La salud mental como prioridad existencial

Comadre

Hoy sabemos lo que es un cuerpo sano y cuales son los hábitos necesarios para tenerlo, sabemos como valorar o revisar oportunamente a modo de prevención, tenemos una cultura de atención al dolor del cuerpo y hasta contamos familiarmente con un doctor de cabecera.  ¿Porqué no sucede lo mismo con la salud mental? ¿Será cuestión de tabú o falta de reconocimiento de ese lado “loco” que tenemos todos?

La salud mental como prioridad existencial

No es necesario que seamos especialista  para observar la época un tanto peculiar en la que nos tocó vivir: confinados, resguardados,  algunos un tanto expuestos pero sin dejar de ver por nuestra “ventana digital” la queja del mundo, no hay recoveco que no padezca los malestares de la actual sociedad agotada por el alto estrés que provoca priorizar  lo económico, la queja expresada a los  gobiernos, la polarización de ideales que fomentan el egoísmo, consumo de drogas, la pérdida de tiempo en bailes y bromas absurdas, la familia trastocada por lo sustituible, incremento en depresiones y alza en el suicidio no solo de los adolescentes, síntomas graves que hablan de un malestar donde cada  uno de los que conformamos el entramado social somos actores (pasivos o activos) de este escenario que no posibilita una existencia plena.

La salud mental no quiere decir estar libre de trastornos, afecciones o enfermedades mentales, mucho menos no padecer de dolor emocional eso es una utopía; la salud mental tiene que ver con el amor propio y la integridad personal, con procurarse una vida de autoconocimiento que permita sostener relaciones saludables, personales, laborales y familiares, saber con que herramientas se cuenta para hacer frente a los avatares de la propia historia y ser resiliente ante los cambios. Cuando una persona tiene salud mental, posibilita un entorno saludable que a su vez permea a lo social, es tiempo de asumir que  hoy podemos ocuparnos de lo que nos corresponde para sanar nuestra sociedad.

La  invitación, es cambiar el paradigma extremo de que solo se va a terapia cuando existe una crisis y aprovechar el basto conocimiento psicológico actual para ser especialistas cada uno de su propia historia, de su ser y su sentido de vida, no para ser reactivos a lo que pasa en el ciclo de la  vida sino para ser protagonistas de nuestra propia historia y hacer de la existencia una prioridad de plenitud.

Diana Guerra, tiene  formación, maestría como psicoanalista y especialidad  en pareja por el Centro de Estudios Psicoanalíticos de México, diplomada en terapia medica familiar por el IFAC y diplomada en psicoterapia de arte por el IMPA.

Es fundadora de CAUTE alianza por la salud mental, donde ejerce  clínica privada  a adultos y parejas, es consultor de organizaciones y grupos, ponente en conferencias y pláticas y en los últimos tiempos, se ha enfocado en el estudio de la subjetividad de lo femenino.

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